lunes, 7 de marzo de 2016

La Seda Valenciana

Somos artesanos y valencianos. Y en este mes en que celebramos nuestras Fallas y las calles se llenan con el colorido de los trajes regionales de falleros y falleras, no podíamos dejar de hablar de la mayor de las actividades artesanales de esta ciudad durante siglos: la seda.

El origen del Arte de la Seda.

La seda, el hilo que segregan los gusanos de la especie Bombix Mori para hacer sus capullos, se conoce y trabaja desde hace 5000 años. Los chinos descubrieron el arte del procesado de estas fibras, y durante tres milenios mantuvieron el secreto para ellos, exportando únicamente las telas ya confeccionadas. 

Gusanos de seda
Mujeres chinas batiendo seda



Este producto de gran calidad y elevado precio se distribuye hacia occidente y hacia el Sur a través de diferentes rutas comerciales, terrestres y marítimas, llegando hasta el continente europeo. Desde el primer Milenio antes de Cristo se documenta su presencia en Egipto y en Mesopotamia y, ya en época griega y romana, el comercio de la seda se asienta en los circuitos comerciales del Mediterráneo. Tenía un precio tan alto, que se llegaba a utilizar como sustituto del oro en las transacciones comerciales.
Las rutas marítimas y terrestres de la seda



Grecia, Persia, Roma… todas las grandes culturas intentan obtener el secreto de la seda. El control de la producción y comercio de la misma aseguraría unos grandes beneficios para su poseedor y así, en el siglo V de nuestra era se crean pequeños centros de producción bizantinos y persas, bajo el amparo del emperador Justiniano en el primer caso.











Sin embargo, la gran expansión de esta industria llega de la mano del Islam, que conquista Persia en el siglo VII y adquiere así los conocimientos necesarios para producir y trabajar la seda. Tras su rápida conquista del centro y sur del Mediterráneo, ya en el siglo X conocemos industrias de cierta importancia en la Península Ibérica (destacan Toledo, Granada y Valencia) y Sicilia.

Expansión medieval del Islam

La seda era un bien preciado en las sociedades medievales, y cuando los reinos cristianos comienzan a ganar terreno al Islam, los Reyes se preocupan por proteger a los artesanos y mantener así la producción y el comercio. Así lo hizo Jaime I en Valencia, propiciando la expansión de la industria sedera del siglo XV. 




Dalmática encargada por Fernando el Católico para la Capilla Real de Granada




















La Seda Valenciana.

Es difícil de imaginar hoy, que hubo un tiempo en que la ciudad de Valencia se hallaba surcada y rodeada por un mar de miles y miles de moreras, y no de naranjos.

Se producían tejidos de seda y derivados como el terciopelo (vellut en valenciano), concentrándose los talleres de los artesanos en el barrio que los valencianos aún llamamos de Velluters en su recuerdo. Más de un tercio de los habitantes de la ciudad y sus alrededores vivía directamente o en parte de la seda. Era una industria artesanal con diversas fases en las que intervenían muchas familias de todos los estratos:

Escaldado de los capullos e hilado

Los  campesinos recogían las hojas de las moreras para alimentar a los gusanos que criaban en sus casas. Los capullos eran escaldados y posteriormente se producía el hilado de las fibras. Los artesanos tintaban los hilos y tejían las telas, y los comerciantes se encargaban de que llegaran a los lugares más importantes de Europa y América. Y por supuesto, vestir de seda era signo de riqueza, por lo que en Valencia había sastres que surtían el ropero de las clases más adineradas. 

Valencia era seda.

Interior de la Lonja de la Seda de Valencia




















En 1474 se creó el Gremi de Velluters de la ciudad, que agrupa a los sederos y terciopeleros, ejerciendo una labor de gerencia, mediación y control de la industria, ganando con los años un gran nombre y prestigio internacionales, al mismo nivel que crecía la fama y calidad de las telas de seda valencianas. La Lonja de comercio pasó a conocerse como Lonja de la Seda, como muestra de la importancia económica que alcanzó esta manufactura.

El siglo XVI estuvo marcado por la competencia con Toledo, centro productor tradicional como Valencia, y que además en estos años albergó la Corte Real, con la demanda de telas de calidad que esto suponía.

El barrio de Velluters en la Valencia medieval cristiana

Durante el XVII la seda valenciana comienza a remontar y a desbancar a la del resto de ciudades. En 1686 el rey Carlos II concede un privilegio real y el antiguo gremio pasa a convertirse en el Colegio del Arte Mayor de la Seda. Durante este siglo y el siguiente se vive el mayor esplendor de la industria sedera valenciana, nutriendo a la Corte y a las clases privilegiadas de España y Europa, y exportando parte de la producción también a América. A finales del siglo XVIII se censan en la ciudad cerca de 3800 telares y de 25000 personas dedicadas a la seda.

Traje de Valenciana (Fallera)















De este periodo son las telas más elaboradas, coloridas  y complejas, y  con las flores, volutas y otros motivos que se pueden ver en las vestimentas de gala tradicionales de los valencianos y valencianas.

Telas de seda con bordados tradicionales valencianos














La Decadencia.

El siglo XIX marca una etapa de crisis general: guerras, revoluciones, destrucción… Los campos son arrasados, mueren gran cantidad de agricultores, artesanos y comerciantes. El empobrecimiento de la sociedad es generalizado, incluso en las clases altas, y esto conlleva un descenso de la demanda de seda. Si a esto le sumamos una importante epidemia europea de pebrina (un parásito que mata al gusano) a mediados de siglo, y que llegó a investigar el mismo Louis Pasteur, entenderemos el hundimiento de una industria que, hasta entonces, había sido tan estable y potente.
Inicio del derribo de la muralla de Valencia, el 20 febrero de 1865



Valencia se llena de antiguos trabajadores de la seda arruinados que vagabundean por sus calles. Los gobiernos intentan paliar esta falta de trabajo mediante obras públicas que den empleo a estas masas. En la ciudad se decide aprovechar para derribar la muralla medieval. 
La apertura del Canal de Suez en 1869 facilita la entrada de sedas asiáticas, mucho más baratas, que acaban de condenar a la seda, y en el campo las moreras son arrancadas masivamente, siendo sustituidas por naranjos. Éstos marcarán la economía valenciana hasta la actualidad.









Vicente Enguídanos, último Velluter de Valencia,
en el telar del Colegio Mayor de la Seda

Un Presente esperanzador.

En pleno siglo XXI, la producción de seda cruda en el campo valenciano es inexistente. La materia prima se importa desde Asia y otras regiones. Los telares llegaron a desaparecer del barrio de Velluters, trasladándose a las afueras de la ciudad e industrializándose la producción de las telas para hacerlas rentables, y vinculada principalmente a la confección de trajes tradicionales.

Por fortuna, la expansión de las Fallas ha traído consigo un resurgimiento de la artesanía de la seda en Valencia en los últimos años, con pequeñas iniciativas privadas que intentan recuperar el tejido tradicional en telares manuales, creando productos de altísima calidad que se destinan , entre otros, a los trajes de las Falleras Mayores de la ciudad. 

La posibilidad de incluir a las Fallas en su totalidad en el Catálogo de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad de la UNESCO ayudará a la conservación y difusión de una tradición tan importante y longeva para los valencianos como ha sido el Arte de la Seda.

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